lunes, 23 de marzo de 2009

No hay peor ciego que el que no quiere ver

En el arbitraje argentino y sudamericano se están dando situaciones que para cualquier espectador son difíciles de comprender. En este caso fue Pezzota quien bien pudo haber influido en el resultado en el caso que River no hubiera ganado.
La primer jugada polémica lo tuvo a Falcao como protagonista quien tiró la pelota larga en el área y cuando intentó pasar a su rival, éste le cruzó la pierna y lo derribó. EL árbitro no sólo no otorgó la falta sino que amonestó al colombiano. Lo más raro es que minutos después se produjo una jugada similar en la mitad de la cancha y allí el referí no dudó en sancionar a favor de River.
El partido continuó su desarrollo y llegó un centro al área de San Martín de Tucumán y allí se vio un claro agarrón –otra vez a Falcao- que ni el línea, no Pezzota vieron. Lo extraño en dicha jugada fue que el juez no volvió a amonestar al delantero Millonario.
Finalmente llegó la jugada de Buonanotte que sí terminó en penal y entonces llegó la justicia a Núñez. Pero más allá del resultado, resulta evidente que estamos en presencia de una camada de árbitros carentes de criterio y personalidad para dirigir los encuentros. Dirigen con dos reglamentos: uno para el campo y otro para las áreas, cobrando cualquier mancha en el primero y omitiendo casi cualquier cosa en el segundo.
Debería haber una extensa charla en el colegio de árbitros para corregir estas cuestiones y unificar criterios para que la manera de dirigir sea homogénea. Pero… cuando uno no quiere ver sus propios errores, se convierte en el pero ciego y no le importa más que seguir para adelante sin saber lo que ocurre a su alrededor

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